La huella campogibraltareña de una contienda colonial

El final de siglo traía la gran crisis, el denominado “Desastre”, y el movimiento intelectual que motivó la Generación del 98. Pero lejos de ese pensamiento crítico, las familias esperaban la vuelta de sus hijos, que habían combatido en una lejana guerra o esquivado la muerte por enfermedad en la durísima manigua.
Fueron las clases más humildes las que padecieron las consecuencias de la contienda, agravada tras la intervención directa del ejército estadounidense, determinante en la derrota final.
En pleno conflicto, en San Roque, el Ayuntamiento socorría económicamente a los mozos que marchaban a Cuba. Una peseta fue el producto que concedió a cada uno de los doce jóvenes, naturales de la ciudad, hijos de familias pobres. Las familias que se lo podían permitir, abonaban las 1.500 pesetas que eximía a sus hijos del ejército.
En este sentido, el periódico local republicano El Progreso, cuando se reactivó el conflicto, escribía: “La Restauración, que sólo por los poderosos vela, que sólo por ellos trabaja, no hará nada que tienda a igualar a los ciudadanos ante los sacrificios que exige el honor nacional. Sólo la República, que tiene por ideal la justicia y no a determinada clase, pondrá en alto lugar el amor maternal de las madres pobres y de las madres ricas, pues para ella pesan tanto las lágrimas de unas como las de las otras”.
Los republicanos pretendían el servicio militar obligatorio para todos los jóvenes sin excepciones. Mientras tanto, las empresas para la redención del servicio militar no paraban de enriquecerse. En San Roque, La Ibérica mantenía sucursal en la calle Francisco Tubino, 17, y La Andalucía, en la Fonda Carmona.
En Cuba se hallaban luchando las fuerzas del regimiento Pavía, que años más tarde, con su traslado a la ciudad, mantendría una larga vinculación con la misma. La actividad bélica registrada en el Diario de Operaciones del batallón expedicionario sería muy intensa, incluyendo varios enfrentamientos con las tropas del general rebelde Máximo Gómez, en febrero de 1897.
Las victorias del batallón se vieron coronadas en el verano de ese año con la captura de dos hospitales y un campamento militar del enemigo. Y en octubre lograron abatir a Vicente Carrillo, perteneciente al Estado Mayor de Cuba, y hermano de uno de sus principales jefes, Pancho Carrillo.
El fatídico año de 1898 comenzó con la protección del corte de caña en Santa Cruz y La María. En mayo, la segunda compañía, junto a fuerzas del Regimiento de Caballería de la Reina y fuerzas de la Guardia Civil, batió al grupo mandado por Nápoles, uno de los jefes rebeldes.
La intervención de Estados Unidos daría un vuelco a la situación. Los buques norteamericanos bombardearon la playa de Tabaycoa, destruyendo el fuerte donde se encontraban las fuerzas del Pavía y las del Batallón de Granada.
Campaña en favor de los heridos
En ese año clave de 1898, el director del periódico local El Correo, Enrique Vázquez Cano inició una campaña para ayudar a los heridos y enfermos de la guerra. Y para mantener la moral de la retaguardia, se gratificaba a la banda de música local, “por recorrer tocando las calles en celebración de la victoria alcanzada por nuestras tropas en Cuba, de las que ha resultado muerto el cabecilla Antonio Maceo y suicidado un hijo de Máximo Gómez”.
Los vecinos seguían con preocupación los combates en Cuba y Filipinas. Cuando se produjo la ruptura de relaciones entre España y Estados Unidos, en la sesión municipal del 23 de abril, se acordó contribuir con cien pesetas mensuales a la suscripción nacional iniciada por el Gobierno para atender a las necesidades de la guerra.
Del mismo modo, con el fin de arbitrar otros recursos, por medio de funciones de teatro y novilladas, se creó una comisión compuesta por el alcalde Juan Corbacho Tizón, cura párroco, juez de Instrucción, capitán de Carabineros, presidente del Casino del Recreo, director del periódico La revista y varios vecinos adinerados.
Con enorme alegría, los expedicionarios del regimiento de la Reina, que habían marchado a las Antillas dos años antes, retornaron a la ciudad el 4 de mayo de 1898. El Ayuntamiento afrontó los gastos de transportes de los materiales desde la Estación de San Roque, y obsequió a oficiales y tropa, con vino, tabaco y café.
Unos venían tras dos años combatiendo y otros marchaban. Así pasó por la ciudad el regimiento de Castilla, cuyo coronel agradeció las atenciones recibidas durante la permanencia de dicha fuerza en la ciudad.
Por su parte, los soldados del Pavía tardaron más en retornar a su destino. Tras la derrota española ante el ejército norteamericano, el batallón embarcó el 30 de enero de 1899 en el vapor Neustria, en Cienfuegos. Llegó a Cádiz el 16 de febrero. Los efectivos repatriados estaban compuestos de un teniente coronel, 8 capitanes, 27 subalternos, 1 médico y 563 soldados.
Después de tres meses y medio de combate con los estadounidenses, España entregó sus posesiones en ultramar, pero ello no significó la libertad para los pueblos que habían combatido por su independencia. Ahora tenían que hacerlo contra el estrenado imperialismo norteamericano, que, a día de hoy, todavía ocupa la isla de Guam, en las Marianas.