Un campogibraltareño en la historia española

Una comarca tan singular también contó con representación en las Cortes de Cádiz, donde -en plena guerra contra Napoleón- sería aprobada la Constitución de 1812. El cura de San Roque, Vicente Terrero Monesterio, destinado en la iglesia algecireña de la Palma, fue uno de los diputados gaditanos en el histórico Congreso. El próximo 19 de junio se cumplirá el bicentenario de su fallecimiento.
Al producirse la invasión de Andalucía por los ejércitos franceses, Terrero fue beligerante desde el primer momento. En febrero de 1810, José del Pozo Sucre, comandante interino del Campo de Gibraltar, concedió al brigadier Francisco González Peinado, a otros jefes militares y a Vicente Terrero, la autorización para recorrer los distintos pueblos de la comarca y reconocer las defensas ante la posible llegada de los enemigos.
A este respecto, por el testimonio de González Peinado, puede saberse que colaboró con éste en el levantamiento de los pueblos de la serranía de Ronda, hasta donde se trasladó expresamente arengando a sus habitantes y organizando la lucha. Poco después se constituyó en eficaz enlace entre González y el comandante del Campo de Gibraltar Adrián Jácome.
No obstante, a pesar de sus esfuerzos, no pudo desbloquear la paralización del envío de armas desde esta comarca a la serranía, que había provocado el conocido como Pastor. Este medio bandolero había irrumpido en los pueblos de la sierra provocando la insubordinación hacia las autoridades. Hubo de trasladarse el propio brigadier hasta Gibraltar, donde se hallaba refugiado Jácome, al que informó de la situación creada.
Varios meses más tarde, el popular sacerdote, rendiría un nuevo servicio. Esta vez desde los escaños de las Cortes.
ELECCIÓN DE TERRERO
La victoria francesa de Ocaña, en noviembre de 1809, obligó a la salida de la Junta Central de Sevilla y su traslado a la Real Isla de León (actual San Fernando). En esta población la Junta quedó disuelta dando paso al Supremo Consejo de Regencia, que comenzó sus trabajos con tres de los cinco miembros establecidos: el general Javier Castaños, el almirante Escaño y el miembro del Consejo de España e Indias, Esteban Fernández de León. Poco después se incorporarían Francisco de Saavedra, Miguel Lardizábal (sustituyó a Esteban Fernández) y Pedro de Quevedo, obispo de Orense.
La Regencia no mostró entusiasmo por la convocatoria de las Cortes. Sin embargo, dadas las presiones y la falta de un órgano legislativo, optó por convocarlas. Por su parte, el Consejo de Estado decidió que fuese unicameral.
Las votaciones se realizarían de forma indirecta en base a la parroquia, partido judicial y provincia. Se iniciaba en la junta de parroquia en la que casi toda la población podía participar. Se elegían doce delegados, quienes a su vez votaban al elector de la parroquia. Ocho días después se realizaba igual sistema en los ayuntamientos. Ya en la capital provincial, cada elector votaba por un candidato. Si ésta reunía más de la mitad de los votos quedaba seleccionada para pasar a la siguiente fase. Habría de completarse el número de tres y a partir de entonces se introducían en una vasija las papeletas individuales con cada nombre, sacándose a suerte una de ellas. Las votaciones y sorteos se repetían hasta completar el número de diputados de cada una de las provincias.
El número de diputados sería de uno por cada 50.000 habitantes o, en su defecto, en razón a 25.000, sirviéndose para ello del censo de 1797.
Por su parte, cada una de las Juntas Superiores de Observación y Defensa elegirían un diputado.
La representación de las provincias ocupadas correspondería a diputados suplentes elegidos en Cádiz, entre los refugiados provenientes de dichas provincias.
Las actas no dejan claro los días exactos del proceso, llevado a cabo entre los meses de julio y agosto de 1810. No obstante, la elección culminó en Cádiz eligiéndose los distritos de la propia capital y de Algeciras.
Eran los electores Agustín Fernández de la Somera, coronel graduado y comandante de voluntarios; Tomás Istúriz, sindico personero; José Mollá que había sido elegido con anterioridad para ir a formar parte de las Cortes de Bayona (la iniciativa legislativa francesa), negándose a ello; Pascual Cabeza de Mier; Francisco Bonilla y Utrera, vicario eclesiástico de la Real Isla de León; Manuel Solís, señor de las Navas y caballero maestrante de la Real de Sevilla; Vicente Terrero, cura párroco de Algeciras; Juan Nicolás Salcedo, cura de Gaucín, y Diego Cortés, cura de Cortes de la Frontera. Los tres últimos encuadrados en el distrito algecireño.
En el primer escrutinio obtuvieron cinco votos cada uno, José Cerero Rivera, Alonso de Torres Guerra y Vicente Terrero. A continuación, se llevó a efecto un sorteo saliendo como primer diputado el cura Terrero. Se completaría la representación con Alonso María de Torres y José Cerero, quedando de suplente Dámaso Guruceta. Por su parte, el Ayuntamiento de Cádiz, haciendo uso de sus facultades eligió a Andrés Morales de los Ríos.
Comenzaba un capítulo histórico de enorme repercusión, forjado por un grupo de valientes y abnegados legisladores, capaces de hacer una Constitución bajo el bombardeo diario de una ciudad. Allí estaba Vicente Terrero Monesterio.