Agotado, el parlamentario, planteó su retirada

Vicente Terrero mostró gran diligencia en su trabajo en las Cortes, alternando ello con la discusión en el ámbito de la prensa. Así en marzo de 1811 sacó a la luz un opúsculo rebatiendo las ideas expuestas por el periódico gaditano La Triple Alianza, que había negado el carácter sobrenatural de la muerte.
En ese mes, un Terrero agotado, planteó su retiro. El día 16 solicitó del presidente de las Cortes, “se le permita retirarse al suelo nativo para concluir sus días, si la proximidad del enemigo no le impidiese emigrar”. La petición pasó a la Comisión de Justicia. Sin embargo, Vicente Terrero, comenzó a ausentarse, quedando al margen de los debates de la Cámara.
En este sentido, las Cortes crearon un Tribunal especial para juzgar a sus miembros. Dicho tribunal estaba formado por diputados. El primer caso tratado fue el incidente entre los parlamentarios González Peinado y Cornel, pues se atribuía al primero haber llamado traidor al segundo. El funcionamiento del tribunal comenzó con muchos problemas para consensuar su reglamento.
En plena crisis del nuevo órgano, en marzo de 1811, González Peinado renunció a su cargo por Jaén. Le siguieron García Quintana y Terrero. Dos semanas más tarde los tres fueron instados a retornar. No lo hicieron, y a la vista de ello, se aprobó “que se les pasase oficio, para que sin excusa ni pretexto alguno concurran desde mañana a las sesiones”.
Al día siguiente se dio cuenta de las repuestas por escrito de García Quintana y González. Ambos solicitaban su baja del Congreso. Antes de que se produjese la discusión al respecto, Terrero, único de los tres que se hallaba presente, se ausentó de la sala para mantenerse al margen de una discusión que le afectaba directamente. No obstante, los miembros de la Cámara acordaron que retornase, “en atención a que su pronta obediencia a la orden que se le había comunicado para que concurriese a las sesiones, le hacía acreedor que no se le considerase comprendido en su primera solicitud, y acto continuo volvió a entrar en el Congreso”.
Un año más tarde, habiendo desplegado un intenso trabajo como diputado, Terrero obtuvo permiso de dos meses “para viajar a su país”, según el Diario de Sesiones del 22 de marzo de 1812, “a fin de procurar subsanar el detrimento que en sus bienes habían causado las irrupciones de los enemigos, debiendo regresar inmediatamente después de cumplir el plazo”.
Libro prohibido de Terrero
La abolición de la Constitución, que tantas esperanzas había levantado en el país, se produjo permaneciendo Terrero en su destino sacerdotal de Algeciras. En esas fechas, 18 de mayo de 1814, dirigió una carta a fray Isidoro Domínguez, en la que se mostraba abierto defensor de la nueva situación, contradiciendo su labor legislativa y sus ideas cercanas al republicanismo.
Detrás de ello se hallaba el temor a sufrir detención o verse obligado al exilio, tal como había ocurrido con otros exdiputados liberales. Terrero no quería verse obligado a acabar en el destierro.
No obstante, tras el levantamiento de Riego y la instauración del régimen constitucional, en 1820, publicó un opúsculo defendiendo los postulados de las Cortes de Cádiz: Concordia y armonía de la Constitución Política de la Monarquía Española.
Tras la derrota de los constitucionalistas a manos del absolutismo, apoyado por las tropas francesas -los Cien Mil hijos de San Luis-, la obra de Terrero quedó prohibida. No obstante, circuló de manera clandestina. Así, en 1825, en un registro realizado en Algeciras, en el domicilio de un liberal, entre los títulos prohibidos se hallaba la publicación del exdiputado.
Para entonces el campogibraltareño había fallecido, hecho que acaeció el 19 de junio de 1823, a la edad de 57 años.
Con el advenimiento de la II República, los restos de los diputados doceañistas enterrados en el cementerio de Cádiz, entre ellos los de Terrero, pasaron a la cripta del oratorio de San Felipe Neri. Al lugar donde, a pesar de los bombardeos y las epidemias, habían realizado una valiente labor legislativa.