Centenario de un intelectual de talla internacional

El psiquiatra sanroqueño se refiere a que había atendido a Enrique Ruano en Córdoba, donde tenía su consulta, la primera vez en septiembre de 1968. «Su muerte y las circunstancias especialmente dramáticas en que ésta se produjo me afectaron mucho». Con ese estado de ánimo se dispuso a dar la conferencia que le había llevado a Salamanca.
Cuando llegó a la Facultad de Medicina, relata que «de un grupo de policías se destacó uno, que me advirtió que se sentarían en primera fila y que, si me desviaba del tema anunciado -un tema psiquiátrico-, me prohibirían continuar». Añade: «di la conferencia en un estado de ánimo que salvo Encar, que en ocasiones me acompañaba en estos desplazamientos, nadie podía imaginar». No se desvió del tema, «pero en el coloquio los estudiantes se lanzaron a preguntarme si yo era partidario de una evolución o de una revolución, y cosas por el estilo. Los policías pese a mis respuestas nada psiquiátricas, debieron de juzgar que más valía aguantar un poco y esperar a que aquello acabase en paz». Para los estudiantes, escribe el psiquiatra, «la mera celebración de la conferencia se valoraba como un triunfo».
El origen de las notas escritas por Ruano -utilizadas como argumento de la causa de su muerte- se hallaba en que Castilla del Pino pidió al muchacho que hasta que regresara un mes más tarde a la consulta, escribiera sus reflexiones para ir conociendo la evolución de su estado depresivo.
Esos escritos, incautados por agentes de la Brigada de Investigación Social en el registro domiciliario del joven, eran la base de la versión oficial del suicidio.
A las manifestaciones estudiantiles por su muerte se unió la protesta de la familia y de miembros reconocidos de la oposición democrática como el prestigioso abogado democristiano Joaquín Ruiz Jiménez, quien le aseguró al psiquiatra que tanto él «como otros compañeros abogados no cejaremos en tratar de que se haga justicia a su memoria, con independencia de las acciones que puedan entablar o seguir sus familiares».
El médico sanroqueño dirigió una carta al director de ABC protestando por la publicación de los escritos íntimos de Ruano y dirigidos exclusivamente a su persona. «La numeración de las páginas demostraba que eran continuación de las precedentes que obraban en mi poder», señala.
Sin embargo, el diario no publicó la carta. El psiquiatra la remitió a Ruiz Jiménez para iniciar una querella contra el periódico. «Ruiz Jiménez me escribió cinco días después. Me decía que Enrique Ruano había sido alumno suyo tres años antes, “y por cierto, excelente”».
La prensa se enfrenta por los escritos
El caso de la publicación de los escritos llegó incluso a enfrentar a la prensa del régimen. Así el diario falangista SP lo calificó de «macabra villanía». Por el contrario, el también falangista El Alcázar salió en defensa de su colega ABC.
Ante los anuncios de querella y las protestas de universitarios, algunas ante la propia redacción del periódico, Abc reconoció públicamente que se había equivocado en el artículo titulado «Del diario de Enrique Ruano».
«Dada la forma fragmentaria en que fue publicado -se disculpaba el diario-, no expresa el auténtico sentido que a su integridad corresponde, a más de que debe entenderse que las particulares notas estaban redactadas para su envío privado a un profesor facultativo».
Del mismo modo, respecto del editorial «Víctima, sí, ¿pero de quién?», donde se trataba de culpar a los correligionarios de Ruano de haber impulsado su muerte, recogía «que debidamente informado, desautoriza y destituye de todo valor y efectos cuantas palabras y conceptos hacen referencia a la persona de Enrique Ruano Casanova».