Martes, 3 de Octubre de 2023
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Centenario del pronunciamiento del general Primo de Rivera

  • El dictador visita el Campo de Gibraltar

    La actual Plaza de Andalucía y la Alameda de San Roque. (Foto Quijano. Copia del Archivo Municipal)
    La actual Plaza de Andalucía y la Alameda de San Roque. (Foto Quijano. Copia del Archivo Municipal)
    Historia

    El pronunciamiento del general Primo de Rivera, en septiembre de 1923, estableció una dictadura consentida por el rey Alfonso XIII. Los ayuntamientos constitucionales fueron sustituidos por los vocales asociados de cada ayuntamiento (contribuyentes en igual número de ediles). De regreso de Marruecos, en enero 1925, fue recibido el dictador en Algeciras, donde se le ofreció un banquete, dentro de una gran expectación. Fue su primera visita al Campo de Gibraltar, todavía gozando de una etapa de popularidad. En octubre el Ayuntamiento algecireño le nombró hijo adoptivo.

    En junio visitó fugazmente el municipio de San Roque. La fuerza mandada por el capitán Ángel Fernández fue la encargada de rendirle honores en la Alameda.

    En 1928 el militar efectuó una gira por algunas localidades gaditanas. El 19 de agosto salió de Algeciras en hidroavión y se trasladó a Jerez y Sanlúcar.

    Atrás quedaba la polémica provocada por su defensa de intercambiar Ceuta por Gibraltar, durante el discurso que pronunció en 1917 -en plena I Guerra Mundial- en su toma de posesión como miembro de la Academia Hispano Americana de Cádiz.  Un discurso que le costó el puesto de gobernador militar de la plaza.

    La formación de los ayuntamientos en sustitución de los constitucionales planteó algunos problemas, pues el entusiasmo no era compartido por algunos de los obligados concejales.

    En San Roque, bajo la presidencia del coronel comandante militar de la plaza, Carlos de Benito Rivera, se llevó a cabo la constitución del nuevo Consistorio el 1 de octubre de 1923. En Algeciras el directorio militar encargó inspeccionar la gestión del Ayuntamiento cesado al ingeniero Casto Rodríguez del Valle.

    A la hora de formarse la nueva Corporación sanroqueña se contó con la asistencia de los munícipes salientes con su alcalde Pedro Castilla Delgado, aunque faltaron varios de sus miembros, entre ellos el republicano Antonio Galiardo.

    Los asociados asistentes fueron Manuel Rodríguez López, Francisco Emilio Rendón Delgado, Rafael Castaños Tubino, Eulalio Espinosa Umbría, Antonio de Sola Monrobal, José González Espinosa, Cristóbal Pérez Gil, Matías Fernández Jiménez, Andrés Jiménez Sánchez y Rafael Amo Requena. Por ausencia o enfermedad dejaron de asistir seis miembros de la Junta Municipal de Asociados.

    En la votación para alcalde fue elegido, quien ya lo había sido en un período anterior, y era el único licenciado en Derecho de los dieciséis ediles que habrían de componer el Cabildo. Sin embargo, Manuel Rodríguez López asumió el cargo a disgusto y esperando la oportunidad para presentar la dimisión.

    UN ALCALDE QUE NO QUIERE SERLO





    El día 27, Rodríguez López, presentó su renuncia fundando la misma en su “mal estado de salud”, acreditándolo con un certificado médico. Sin embargo, la Corporación no la aceptó, por entender que la enfermedad alegada no justificaba su marcha.

    El alcalde no tuvo más remedio que continuar, pero reclamando de sus compañeros “que en todo momento estuviesen al lado de la Alcaldía para cuanto fuese exigencia del cumplimiento de los deberes todos del vecindario”.

    La autoridad militar, representada por el teniente de la Guardia Civil, Enrique Benito Gómez, realizó dos inspecciones en el Ayuntamiento antes de que Rodríguez López hiciese efectiva su definitiva y aceptada dimisión, ya en enero de 1924. Su sustituto fue Francisco Viñas Vinuesa, que sería proclamado el día 22 por el delegado gubernativo, el capitán de Infantería, Luis Fernández Ortigosa.

    De otro lado, el maestro Santiago Muñoz Serrano pasó a la alcaldía en enero de 1925, permaneciendo hasta diciembre del siguiente año, en que fue sustituido por José Fernández López. Serrano fallecería en su nuevo destino profesional de Melilla en 1928.

    No obstante, en aquellas fechas sería el citado Francisco Viñas (Curro Viñas) el político que más apuntaba de entre los colaboracionistas de la dictadura. Al finalizar la sesión correspondiente al 16 de abril de 1925, el que había sido alcalde, expuso los logros conseguidos durante el tiempo que ocupó el cargo y las dificultades encontradas, para finalizar criticando abiertamente las actuaciones respecto de la nueva escuela de niñas de Guadiaro, de la que ya había tomado posesión una maestra.  

    Las clases se impartían en la sacristía de la iglesia, cuando se había acordado que el local sería la tienda de ultramarinos del concejal de dicha barriada, Eulalio Espinosa Umbría.

    Espinosa estaba dispuesto a alquilar un local de su propiedad al Consistorio por valor de 730 pesetas, un precio que, no obstante, Viñas consideró escandaloso por las condiciones antihigiénicas del mismo y perjudicial para los fondos municipales.

    Lamentaba también que Espinosa hubiese favorecido a su pariente Pedro Blanco para nombrarle alcalde de barrio, en detrimento del destituido José Maldonado Moreno.

    Con la dimisión de Primo de Rivera, en enero de 1930, se puso fin a la dictadura, dando paso a lo que se denominó la “dictablanda” del general Berenguer. En abril del año siguiente fue proclamada la II República. También en esos años, ya al amparo de lerrouxismo, Viñas que se había permitido censurar al Ayuntamiento de la forma relatada, volvería a tener nuevo protagonismo.