Desde Gibraltar a Algeciras

Para las autoridades británicas la estancia obligada del destructor republicano José Luis Díez en Gibraltar era harto incómoda. Al mismo tiempo que se sentían molestas por la estrecha vigilancia de la flota rebelde, situada cerca del Peñón, en su pretensión de dar caza al buque, la simpatía de Londres por el bando franquista era manifiesta y la sufría la tripulación del barco gubernamental.
Como se ha recogido en otros artículos de esta misma sección, el José Luis Díez había mantenido un primer combate con el crucero Canarias en agosto de 1938 y, posteriormente, a finales de diciembre con el minador Vulcano cuando trataba de salir del puerto calpense donde había buscado refugio tras sufrir importantes daños.
El comandante del navío republicano, Juan Antonio Castro Izaguirre, junto a la tripulación superviviente, fue obligado a abandonar la colonia a bordo de buques de la Royal Navy, pasando a la zona republicana.
Las autoridades de Reino Unido se desembarazaron del problema y se dispusieron a entregar el barco al general Franco, en vez de hacerlo al gobierno republicano. Acción que se hizo efectiva el 25 de marzo de 1939, muy cerca del final de la guerra civil española con la victoria de las fuerzas sublevadas.
Las terrazas, murallas y balcones orientadas hacia el muelle donde se hallaba el destructor se vieron repletas de curiosos del Peñón, que no querían perderse el último acto de la aventura gibraltareña del navío.
A las nueve y media de la mañana subieron a bordo del barco, el jefe del Estado Mayor del Almirantazgo, un representante del gobernador colonial, varios oficiales de la Royal Navy y una delegación española al mando del capitán de corbeta Alejandro Molín.
Allí esperaron a la lancha que momentos después transportaba al representante consular de Franco, Luciano López Ferrer y a otro personal civil, entre el que se hallaba Leopoldo Yome.
La representación de la Marina franquista inspeccionó el buque y lo encontró acto para la navegación. La nueva dotación, llegada en un remolcador desde Algeciras, se hizo cargo del manejo del mismo para efectuar su traslado.
López Ferrer hizo la entrega oficial del barco al capitán Molín, quedando en un segundo plano, muy diplomáticamente situada, la representación británica que participó entusiasmada en el ceremonial de a bordo.
Culminado el acto con vivas a Franco, España y la Marina, el José Luis Díez puso rumbo al puerto de Algeciras, remolcado por dos vapores. En los límites de unas discutidas aguas le esperaba el cañonero Calvo Sotelo, encargado de darle escolta.
En Algeciras subió al barco el almirante Bastarreche, seguido de las autoridades militares y civiles de la ciudad. El almirante pronunció unas breves palabras recordando la “desdichada gesta” del barco “en poder de los rojos”, aunque a partir de ahora “habría de purificarse con nuestra bandera y con el honor intachable de nuestros marinos”.
Finalmente, se procedió a la bendición del buque a cargo del párroco de la iglesia del Carmen. Asistió Miguel Primo de Rivera, hermano del fundador de Falange Española, llegado expresamente a Algeciras.
Dos meses antes, el comandante del José Luis Díez visitaba y daba ánimos a los heridos del combate contra el Vulcano, ingresados en hospitales de Gibraltar, y enterraba en el mar a los marinos fallecidos. Al final de la guerra pasó a Francia y combatió contra el nazismo en las filas del general De Gaulle. En el país galo falleció en 1994.
El José Luis Díez, que había sido botado en 1929 y pertenecía a la clase Churruca, fue dado de baja en 1965.