La colonia de genoveses en el punto de mira

Aquel verano de 1813, en plena guerra contra los franceses, la orden de expulsión de extranjeros de territorios afines a Napoleón, causó enorme preocupación entre la colonia campogibraltareña de genoveses. El mayor número de sus miembros se hallaba en las poblaciones de La Línea -más tarde ciudad-, Campamento y Puente Mayorga, pertenecientes al municipio de San Roque.
La situación acarreó quebraderos de cabeza a los regidores, pues se trataba de un grupo perfectamente integrado y, salvo casos excepcionales, no había colaborado con las fuerzas napoleónicas en las distintas ocupaciones de la ciudad.
Bastante tenía el Consistorio con los estragos provocados por los invasores y las imposiciones de la propia Regencia. La última, la requisa de caballos y yeguas domadas, una medida aplicada en toda Andalucía.
No se salvaba la Iglesia de las contribuciones establecidas, pues se ordenó la entrega de parte del diezmo para el mantenimiento del ejército. Y, en medio, la gestión del día a día, como el acuerdo municipal de concesión a Luis Raga del abastecimiento de nieve. Una medida que haría más llevadero los rigores del calor veraniego.
El asunto de extranjería pesaba enormemente en la comarca. En febrero del mismo año, una orden de Luis María Salazar, jefe político de la provincia, estableció que “cualquier vecino que acoja en su casa a algún extranjero debe comunicarlo al alcalde”.
Asimismo, como consecuencia del conflicto bélico, mandaba el cierre de tabernas los domingos y demás días festivos, “desde las nueve de la mañana a las doce de ella, y todas las noches al toque de ánimas”. Se prohibían los juegos y se limitaba a un cuarto de hora el tiempo de consumo en los bares.
Con anterioridad, en 1811, ya en el plano económico y por iniciativa propia, el Ayuntamiento estableció un arbitrio especial para el ganado de vecinos extranjeros y habitantes de Gibraltar, imponiendo el pago de cinco reales de vellón por cada cabeza de vacuno y la mitad por el lanar y cabrío.
Expulsiones pendientes
Aunque podrían encontrarse indicios de que el Cabildo estaba postergando la aplicación de la orden, era evidente que no tenía más remedio que afrontar la cuestión de las expulsiones.
En agosto (1813) en Campamento se dio un caso especial. El genovés Juan Bonfligio -en otros apuntes aparece como Tomás- fue expedientado con motivos añadidos. El vecino se dedicaba a la práctica de la medicina, incluida la cirugía, sin contar con título alguno.
Al “médico” Se le impuso una multa de diez ducados y se ordenó que no saliese de La Línea, donde residía, hasta la culminación del expediente de expulsión. Otros pudieron respirar ante tan angustiosa situación. Así, obtuvieron carta de españoles el piamontés José Francolini, el austriaco José Hocofre, el sardo Francisco Dolera, el romano Joaquín Bacoa, y los genoveses Miguel Ñolo y Santiago Rotundo.
Algunos trataron a la desesperada de aportar méritos para su consideración. José Negri, declarado “italiano”, señaló haber desertado del ejército francés, y Cristóbal Aylod, milanés, testimonió haber servido al rey español por tiempo de ocho años en la Guardia Valona.
Para colmo de males, la frontera con Gibraltar se cerró en septiembre por un brote epidémico, y una de las medidas complementarias fue ordenar que los hebreos procedentes del Peñón, alojados en la casa del capitán del puerto, debían salir del lugar para estacionarse en un sitio más adecuado.