Lunes, 4 de Diciembre de 2023
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Gibraltar, año cero de su existencia como ciudad

  • Gibraltar, año cero de su existencia como ciudad
    Ciudad de Gibraltar. Calle Real hacia los años veinte. FOTO Archivo del Autor
    Historia

    ¿Dejó de ser ciudad Gibraltar tras la llegada de los ingleses?, ¿o es que no lo era, y tan sólo suponía una especie de barrio de…tal vez Puente Mayorga?, lugar poblado de la bahía. Porque claro, después de que el Gobierno británico haya venido a reconocer al Peñón como ciudad -con regocijo de su homónimo gibraltareño- nos deja profundas dudas.

    Borrar de un plumazo toda la historia que hace grande a un pueblo parece tarea fácil y no nos habíamos enterado. Podría también suprimirse los valores de la mitología del Hércules griego que hacen de esa columna del Estrecho un lugar universal.

    Debemos estar equivocados y hasta ahora tan sólo hemos conocido escenarios de cartón piedra. A partir de ahora quedará claro que los musulmanes no arribaron a la Península Ibérica en un lugar del Peñón. Porque es verdad que hay diferentes interpretaciones sobre este hecho histórico, pero, sólo en el punto exacto de la zona. Y puestos a ello, tampoco existió la primera ciudad, la diseñada en 1160 por el malagueño Al- Hajj Yaish, que bajo el pabellón almohade fue llamada Medinat al-Fath (Ciudad de la Victoria).

    Nuestra ignorancia nos llevó a creer -y a tantas generaciones- que la ciudad había sufrido catorce sitios desde el siglo XIV hasta el XVIII. Hasta se llegó a escribir que el rey castellano Alfonso XI falleció frente a la plaza en 1350, víctima de la peste.

    De la preponderancia de Gibraltar en esta parte del orbe, después de la destrucción de Algeciras en 1379, nada de nada. No sabemos a quién se le ocurrió escribir tal cosa.

    Y que la ciudad fue exclusiva de conversos judíos (1474-1476) con su propia administración, es ya hilar demasiado la imaginación.

    Para colmo alguien se sacó de la manga que Enrique IV había donado los terrenos de “las Algeciras” a la ciudad calpense, aumentando considerablemente su término.





    Por supuesto, conviene dinamitar ese relato de enfrentamientos gibraltareños entre la Casa de Medina Sidonia y la Corona. Consecuentemente, el cerco puesto por el duque y la concesión a la ciudad -en recompensa por la defensa de sus habitantes-, del título de “Más Leal” por la reina Juana de Castilla, es un puro embuste.

    Claro, porque Gibraltar ni siquiera era ya parte de la Corona. Aunque a alguien se le ocurrió dejar escrito que los Reyes Católicos, en diciembre de 1501, habían dictado una provisión para que así fuese. Tampoco que el delegado real lo hiciera efectivo en el propio Peñón a principios de enero del año siguiente.

    Y luego un gibraltareño, Hernández del Portillo, va y escribe su Muy Noble y Más Leal Ciudad de Gibraltar, realizada entre los años 1610 a 1622. Hernández, con cargo en el Cabildo local, se toma el atrevimiento de describirnos hasta la organización urbana con los barrios de la Villa Vieja, la Turba y la Barcina. Puesto a contarnos esa historia, que siempre nos había parecido magnífica, al hablar de factores económicos -junto a la riqueza pesquera de la localidad-, refiere la “muy larga y copiosa cosecha de vinos y muy excelentes, que se cargan en ella por la mar para Flandes, Inglaterra y Francia, y para otras partes de España”. Hasta se permite afirmar que “es, Gibraltar, ciudad por naturaleza fuerte”. Estos cronistas locales, con tal de dar brillo a su población, ya no saben qué escribir.

    Tampoco existió la cédula real de concesión de escudo de armas a Gibraltar, dada en Toledo por los Reyes Católicos, en julio de 1502. Ni siquiera el documento que se guarda en San Roque, la ciudad fundada por los gibraltareños, que comparte escudo y bandera con Gibraltar. Deben ser falsas, de igual modo, las ordenanzas y documentos municipales guardados en el Archivo de San Roque, que hasta ahora nos acreditaban la existencia de una ciudad previa a la llegada de los ingleses en 1704.

    Los llamados regidores no eran más que un grupo de amigos que se reunían en alguna taberna para contar batallitas. Desde luego, el último alcalde de la época española -Lasso de la Vega- es otro invento, al igual que el gobernador que defendió la plaza -Diego Salinas-.

    La historia realmente comienza para Gibraltar bajo dominio británico, pero ni tan siquiera esos más de trescientos años tienen visos de ser ciertos en lo referente a la propia vida local, a la identidad como pueblo, de cultura mestiza y de un agitado devenir histórico.

    Lo ha dicho el Gobierno de Su Majestad, y lo ha corroborado el gibraltareño -al que sólo le ha faltado tirar cohetes- como una victoria. Gibraltar, año cero. Ya es ciudad.




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