Miércoles, 31 de Mayo de 2023
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Bulas y vetos

  • Imagen de Juan Antonio Palacios
    Por Juan Antonio Palacios
    Escritor, profesor y político. Ha sido alcalde de Algeciras y vicepresidente de la Mancomunidad del Campo de Gibraltar.
    Foro
    En una sociedad democrática como la nuestra, no puede haber ni bulas ni privilegios para nada ni para nadie, para situaciones excepcionales ni para hacer cada cual lo que le dé la gana. Nuestra cultura ha estado llena de bulas y excepciones que no podemos ni debemos permitir desde lo político a lo religioso, pasando por lo cultural.

    Tampoco podemos aceptar vetos y censuras para expresarnos con libertad. Hay dos límites, el primero el del cumplimiento de la Ley y, el segundo, el que nos señala el respeto que le debemos a los demás y a nosotros mismos. Ni autorizar sobre quién debe o puede hacer tal o cual cosa, o tiene el derecho de entrar o salir de tal o cual sitio. 

    Con frecuencia asistimos en diferentes foros políticos a un lenguaje que dista mucho de ser de altura, y que en la bajura de las palabras empobrecen el debate, llevándolo hasta cotas inimaginables, en los que todo se envilece y se devalúa,

    La historia está llena de bulas y vetos, de ventajas y desventajas, según quienes fueran los personajes y sus circunstancias. Así sin salir de nuestra orbita política podemos encontrar a personajes que con un equivocado sentido de la retórica parlamentaria, como el señor Rufián de ERC, en su afán provocador faltan el respeto a propios y extraños, y otros como el señor Hernando del PP caen en la grosería para atacar al adversario.

    Desde los escenarios más cercanos a los más lejanos, desde las esferas del poder hasta las cotidianas escenas del día a día, observamos todo tipo de bulas y vetos, que no son inexplicables, sino que tendrían que ser inadmisibles, como que se le grite e insulte a un presidente del Gobierno de España, por ser socialista o se le acose a un viajero en un tren por ser negro.

    Incluso en las esferas más íntimas hay señales de nuestro rechazo hacia las personas que no nos caen bien, mientras que abrimos nuestras puertas y corazones a otras que no sabemos muy bien, ni cómo son ni qué pretenden, pero nos dejamos llevar por nuestra intuición.





    A veces en la Corte de las Soledades, una llamada es un bálsamo para personas que se sienten perdidas y tristes, cuando nos situamos a la defensiva y pensamos que el resto de la humanidad está contra nosotros, y no estamos dispuestos a proporcionarnos satisfacciones.

    En ocasiones, cuantas más vueltas le damos a los asuntos, menos claras vemos las soluciones, y entre excitantes y calmantes, soledades y compañías, jamás encontramos el momento adecuado para superar nuestros prejuicios y evitar los perjuicios añadidos.

    Debemos dejarnos de eufemismos y no llamar discrepancias a las fracturas, regulaciones presupuestarias a los recortes,  exclusión a la pobreza, conductas imperativas a quien se comporta como un dictador, actitudes reiterativas a la pesadez.

    Ante tantos intentos de bulas y de vetos, en una sociedad libre y democrática como la nuestra, no está mal, que nos fabriquemos nuestras sorpresas, buscando mil cosas en las que pensar de las que surjan nuevas ideas de las que planificar diferentes actuaciones.

    Siempre es buena ocasión para reencontrarnos con nosotros mismos, de ser útiles pero no indispensables, de ser rigurosos pero humildes y sencillos, de vivir momentos inolvidables, de aprender que los paisajes cambian, mientras que las gentes permanecen en sus trece, que la posverdad no es sino una mentira como una casa, y que tenemos que templar los nervios cuando expresamos nuestras opiniones, ya que perderlos solo nos trae complicaciones.

    En nuestra Comarca, a lo largo de las últimas décadas, tenemos la sensación de haber padecido demasiados vetos y no ser beneficiarios de ninguna bula. Y es que solo basta pensar en nuestras conexiones ferroviarias para darnos cuenta de nuestro aislamiento actual, y que cuando se restituya la línea, continuaremos hasta Antequera en el siglo XIX y a partir de la ciudad del Torcal entraremos en el XXI. 

    No sé si son vetos u olvidos de los sucesivos Gobiernos, pero si no fuera tan grave y nos afectará a miles de ciudadanos y ciudadanas y al primer puerto de España, sonaría a “cachondeo” o dicho con más corrección a tomadura de pelo. Y los dos grandes remedios a esta situación son reforzar nuestro poder político y la movilización ciudadana.