Gibraltar y la derecha: en pos de la catarsis democrática
Por Nathaniel Powell
Politólogo británico, de ascendencia campogibraltareña, afincado en Europa

Foro
- 18 Mar
Hay una serie de prejuicios muy presentes en la vida y opinión pública gibraltareña respecto a España. Uno de los más arraigados se refiere a los partidos conservadores españoles. Tradicionalmente era el PP, pero ahora este sentimiento negativo se ha extendido a Ciudadanos y sobre todo a Vox. Hay pocas cosas que al gibraltareño medio le suscite más desconfianza en política que la derecha española.
La importante irrupción de estas jóvenes formaciones en las recientes elecciones autonómicas andaluzas ha hecho que muchos, como Mister Picardo y su amplio séquito de palmeros mediáticos, se rasguen las vestiduras, interpretando la voluntad democrática de cambio que reflejaron las urnas, tras 40 años de régimen socialista, con poco menos que un fake news del 3x1 del fascismo, donde Hitler, Franco y José Antonio se habrían conjurado para arrastrar al país a un remake de la dictadura que salió de la guerra civil de 1936.
Nada más lejos de la realidad que esa caricatura promovida por la izquierda española que ha encontrado amplio respaldo en una opinión publica llanita y una clase dirigente muy escorada hacia planteamientos progresistas, cuando no enteramente sectarios, en materia ideológica.
Es significativo y revelador que este rechazo visceral a fuerzas políticas como el PP, homologable a todas las derechas democráticas occidentales, y ocupando una franja ideológica si no idéntica, muy parecida a la del Partido Conservador británico, que lleva batiéndose electoralmente y obteniendo buenos resultados en comicios libres desde 1977, no se produzca con sus homólogos de la derecha británica, ni con los Tories ni con UKIP que desde la izquierda británica se ubica en la ultraderecha del espectro ideológico, un hecho ciertamente ilustrativo acerca de los recelos que alimentan estas actitudes, y que están determinadas principalmente por el origen nacional y procedencia de los partidos, y menos por consideraciones puramente ideológicas.
Algunos intentaran justificarlo desde el prisma de la política doméstica y las antipatías que genera la pelea de ‘patio de vecinos’ local, aunque sería bastante más preocupante si detrás de este posicionamiento subyaciera alguna forma de racismo o xenofobia. Estos prejuicios se han multiplicado exponencialmente con la eclosión de Vox, que ha llevado a muchos gibraltareños a proponer, replicando los mismos tics asfixiantes de la izquierda española, la creación de cordones sanitarios y antidemocráticos por definición, y a advertir sobre supuestas amenazas fascistas a un sistema representativo y plural. Igualmente significativo es que nadie en Gibraltar mire a la izquierda y al sistema político británico en su lenta desintegración, a raíz de la debacle del Brexit. Así como a la hemorragia política que están sufriendo tanto tories como laboristas. Que ningún gibraltareño tenga a bien analizar el caos que vive el Partido Laborista, corroído por un antisemitismo miserable que está despedazando la organización o que ningún gibraltareño sea capaz de alzar la voz contra las tendencias estalinistas de la ultraizquierda promovidas desde la dirección, donde Jeremy Corbyn un marxista declarado, se ha apropiado del partido con mano de hierro, provocando un lento goteo de dimisiones de destacados dirigentes y representantes municipales que ven incompatible la otrora social democracia laborista con las tendencias totalitarias y antisemitas que campan a sus anchas actualmente en el partido. Es inaudito la rapidez con la que en Gibraltar se presenta a Vox como un partido extremista, y nadie dice ni pío sobre el propio Corbyn, un revolucionario de larga trayectoria política y de abiertas simpatías con grupos terroristas como el IRA y los que buscan la destrucción del estado de Israel, además de con el Chavismo y el Castrismo. Y en Gibraltar, como siempre, nadie dice nada. Quizás la respuesta esté en el propio sistema político gibraltareño, que alimenta una falsa superioridad moral de la izquierda, tanto desde las instituciones como desde los medios de comunicación y el sistema educativo, de forma que toda sensibilidad conservadora quede relegada al ostracismo, donde la gente de derecha se ve amedrentada para expresar libremente su adscripción ideológica y ni siquiera tiene partido que le represente ya que el arco parlamentario está copado por tres formaciones de izquierda, el socialista, el social demócrata y un tercero en discordia, a la izquierda del propio partido socialista.
Algunos intentaran justificarlo desde el prisma de la política doméstica y las antipatías que genera la pelea de ‘patio de vecinos’ local, aunque sería bastante más preocupante si detrás de este posicionamiento subyaciera alguna forma de racismo o xenofobia. Estos prejuicios se han multiplicado exponencialmente con la eclosión de Vox, que ha llevado a muchos gibraltareños a proponer, replicando los mismos tics asfixiantes de la izquierda española, la creación de cordones sanitarios y antidemocráticos por definición, y a advertir sobre supuestas amenazas fascistas a un sistema representativo y plural. Igualmente significativo es que nadie en Gibraltar mire a la izquierda y al sistema político británico en su lenta desintegración, a raíz de la debacle del Brexit. Así como a la hemorragia política que están sufriendo tanto tories como laboristas. Que ningún gibraltareño tenga a bien analizar el caos que vive el Partido Laborista, corroído por un antisemitismo miserable que está despedazando la organización o que ningún gibraltareño sea capaz de alzar la voz contra las tendencias estalinistas de la ultraizquierda promovidas desde la dirección, donde Jeremy Corbyn un marxista declarado, se ha apropiado del partido con mano de hierro, provocando un lento goteo de dimisiones de destacados dirigentes y representantes municipales que ven incompatible la otrora social democracia laborista con las tendencias totalitarias y antisemitas que campan a sus anchas actualmente en el partido. Es inaudito la rapidez con la que en Gibraltar se presenta a Vox como un partido extremista, y nadie dice ni pío sobre el propio Corbyn, un revolucionario de larga trayectoria política y de abiertas simpatías con grupos terroristas como el IRA y los que buscan la destrucción del estado de Israel, además de con el Chavismo y el Castrismo. Y en Gibraltar, como siempre, nadie dice nada. Quizás la respuesta esté en el propio sistema político gibraltareño, que alimenta una falsa superioridad moral de la izquierda, tanto desde las instituciones como desde los medios de comunicación y el sistema educativo, de forma que toda sensibilidad conservadora quede relegada al ostracismo, donde la gente de derecha se ve amedrentada para expresar libremente su adscripción ideológica y ni siquiera tiene partido que le represente ya que el arco parlamentario está copado por tres formaciones de izquierda, el socialista, el social demócrata y un tercero en discordia, a la izquierda del propio partido socialista.