Juan Franco habla claro
Por Luis Romero
Periodista, master en Seguridad y Defensa y profesor honorario de la Universidad de Cádiz

Foro
- 07 Mayo
En su edición del domingo, el diario Europa Sur publicó una entrevista con el alcalde de La Línea y candidato a la reelección, Juan Franco, dejando más de media docena de titulares, a cual más jugoso.
Como proyecto a diez o veinte años, Juan Franco señaló su deseo –entre otros- de que La Línea pueda “vivir al calor de Gibraltar y no de Gibraltar”. Además, defendió su idea –para la que no ha encontrado apoyo en otras fuerzas políticas, todo hay que decirlo- de Ciudad Autónoma, según el artículo 144.1, apartado a, de la Constitución, argumentando “la vecindad con Gibraltar y la servidumbre que eso ocasiona”, además del bajo nivel de renta, la tasa de desempleo, los problemas delincuenciales relacionados con el crimen organizado, etc.
La dependencia económica actual de la ciudad respecto a Gibraltar, esa que quisiera ver reducida en el medio plazo, y las consecuencias negativas que tendrá el Brexit –si al final se aplica- suponen para el alcalde y candidato una realidad incontestable a la que hay que hacer frente si se quiere contar con alguna posibilidad de que la ciudad tenga futuro.
La visión desde la cercanía, desde la vivencia cotidiana, desde el vivir apenas a unos centenares de metros de la cuarta economía del mundo en renta per cápita, conforman un cuadro que no puede ser rechazado sin más por quienes desde cientos de kilómetros deciden y han decidido históricamente el futuro de esta ciudad, cada vez que adoptan políticas que se supone benefician al interés nacional. Y no es porque no tengan, los decisores, fuentes suficientes de información como para no saber lo que pasa en este rincón meridional de la península. Simplemente no es un asunto prioritario para ellos, o consideran que otros lo son más, y así nos va. Como ha pasado y aún nos pasa en la comarca con el tren, con las inversiones portuarias -nada comparables a las que recibe Valencia o Barcelona- con las plantillas policiales o con la carretera de Tarifa. La lista de agravios que enumera el alcalde de La Línea para defender su hasta el momento nada exitosa petición de convertir su localidad en Ciudad Autónoma, es simplemente un enunciado de problemas que muy bien podrían solucionarse sin necesidad de llegar a que dicha petición se convierta en realidad. Pero para eso haría falta voluntad política, visión de Estado –más allá de la simple palabrería- y peso político, cosa que esta comarca nunca ha tenido y no parece que vaya a tener en el futuro inmediato. No hace falta ser adivino para vislumbrar lo que puede pasarle a los partidos tradicionales en La Línea el 26 de mayo próximo. Es de esperar que el mensaje llegue nítido y alguien decida darle un giro radical a la política que se viene aplicando, con tanta poca fortuna desde la lejanía, a todo lo que tiene que ver con La Línea y su ciudad vecina. Juan Franco y los linenses sabrían valorarlo sobremanera.
La visión desde la cercanía, desde la vivencia cotidiana, desde el vivir apenas a unos centenares de metros de la cuarta economía del mundo en renta per cápita, conforman un cuadro que no puede ser rechazado sin más por quienes desde cientos de kilómetros deciden y han decidido históricamente el futuro de esta ciudad, cada vez que adoptan políticas que se supone benefician al interés nacional. Y no es porque no tengan, los decisores, fuentes suficientes de información como para no saber lo que pasa en este rincón meridional de la península. Simplemente no es un asunto prioritario para ellos, o consideran que otros lo son más, y así nos va. Como ha pasado y aún nos pasa en la comarca con el tren, con las inversiones portuarias -nada comparables a las que recibe Valencia o Barcelona- con las plantillas policiales o con la carretera de Tarifa. La lista de agravios que enumera el alcalde de La Línea para defender su hasta el momento nada exitosa petición de convertir su localidad en Ciudad Autónoma, es simplemente un enunciado de problemas que muy bien podrían solucionarse sin necesidad de llegar a que dicha petición se convierta en realidad. Pero para eso haría falta voluntad política, visión de Estado –más allá de la simple palabrería- y peso político, cosa que esta comarca nunca ha tenido y no parece que vaya a tener en el futuro inmediato. No hace falta ser adivino para vislumbrar lo que puede pasarle a los partidos tradicionales en La Línea el 26 de mayo próximo. Es de esperar que el mensaje llegue nítido y alguien decida darle un giro radical a la política que se viene aplicando, con tanta poca fortuna desde la lejanía, a todo lo que tiene que ver con La Línea y su ciudad vecina. Juan Franco y los linenses sabrían valorarlo sobremanera.