Domingo, 24 de Septiembre de 2023
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Los límites

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    Por Patricio González
    Político y escritor. Alcalde de Algeciras tres legislaturas. Ingeniero técnico naval
    Patricio González
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    Los seres humanos tenemos muchas capacidades, entre ellas la de poder ponernos en la piel de otra persona e, incluso, de otro ser vivo. Poca gente, por suerte para el resto, sería capaz de ver sufrir a un animal y no hacer nada.

    Con nuestra especie esa empatía, al menos sobre el papel, es aún mayor. De nuevo, salvo excepciones, la inmensa mayoría trataría de ayudar a alguien en apuros o sería solidaria con quien sufre.

    Incluso convivimos con heroínas y héroes capaces de sacrificar su propio bienestar por los demás. La pandemia , aunque ya parece que la hemos olvidado, nos mostró como el personal sanitario, incluso cuando no tenía protección y ni siquiera sabíamos a qué nos enfrentábamos, estuvo tratando de salvar vidas a costa de la suya.

    Pero también tenemos una cara b. La capacidad de no ver, la de no mirar, la de no sentir. Si algo nos gusta o nos atrae mucho somos capaces de obviar todo lo que hay debajo, incluido el propio sufrimiento de otras personas, y disfrutarlo sin el menor de compasión o remordimiento.





    Y si la cosa es del gusto mayoritario, el silencio sobre la infamia se extiende con una naturalidad pasmosa.

    El mundial de fútbol que se va a celebrar en Qatar es un ejemplo de esto. Han muerto miles de personas durante la construcción de las infraestructuras, pero ni un reproche tendrá el o la aficionada cuando se siente ante la tele con su cerveza y sus  papas fritas para disfrutar de la emoción de un partido.

    Tampoco le hará dudar si verlo o no, saber que las mujeres allí son cosas de los hombres. Que no pueden vestir como quieren o hablar o bailar en público. Menos aún le importará que las personas LGTBI sean perseguidas y encarceladas porque su opción de vida no le parece adecuada.

    El mundial es un negocio, eso es obvio, pero no para quien se sienta a ver el partido. Esa persona simplemente paga, y está pagando por blanquear un régimen que no respeta los derechos humanos más básicos. Hasta las emociones tienen un límite.