Una persona tóxica
Por Antonio Pérez Girón
Escritor y periodista, cronista oficial de San Roque

Productos con sustancias tóxicas. Foto NG
Foro
- 19 Sep
La palabra “tóxica” se ha incorporado al lenguaje cotidiano al referirse a una persona capaz de esparcir la maldad más absoluta. “Que contiene veneno o produce envenenamiento”, registra el Diccionario de la RAE, refiriéndose a algún tipo de sustancia o elemento. Ahora, en el decir popular, se aplica con gran precisión a los humanos sin variar el resultado.
Ignoro si la actual psiquiatría incorpora esa denominación. En realidad, es un campo suficientemente estudiado, con los sentimientos y las acepciones conocidos a lo largo de la existencia humana. Odio y envidia están íntimamente ligados.
A este respecto, es muy interesante la aportación del eminente psiquiatra sanroqueño, Castilla del Pino, cuando afirma que no se envidia a quien se considera inferior y que el envidioso crea una relación de dependencia hacia el envidiado. El único proyecto del envidioso es la destrucción del envidiado (del odiado). En ese objetivo también ha de destruir a aquellos que admiran al que él envidia.
Todos conocemos a gente tóxica, que trata de socavar a aquellos a los que tienen como su peor enfermedad.
A veces no se le detecta tan fácilmente. Actúa como la carcoma mientras pone cara de buena persona. Cuando lo descubres te sorprende. No se esperaba, no se le veía venir. Condición, sin duda, que acompaña a esta especie que pulula el género humano.
Un amigo, en alusión a un conocido tóxico por excelencia, lo calificó como “un loco con un puñal en la mano”. Pudiera ser, pero creo que la locura sería una eximente de la maldad innata de algunos. La persona tóxica tiene en su malévola acción su forma de vivir. No es como el “loco”, que no deja de ser un disminuido psíquico, una persona que puede moverse entre lo bueno y lo malo, que, en definitiva, no responde de sus actos. En este sentido, esa diferencia también estriba en que el tóxico puede, por una falta de cálculo, acabar ante un juez. La persona tóxica ha encontrado en las redes sociales -ocurre al igual que las fake news o bulos- un vehículo propicio para esparcir la ponzoña que lleva dentro. Hace bandera de la calumnia y busca la polémica fácil. El músico Joaquín Sabina no es partidario de entrar al trapo de estos individuos: “Yo no tengo tiempo para los enemigos, hay demasiadas ciudades que ver, demasiadas mujeres por conocer, libros por leer y canciones por escribir como para parame a pensar en mis enemigos”. Dice el conocido cantautor que ello crea odios, “porque a los miserables les encanta que tú contestes y también seas un miserable”. La escritora Rosa Montero dice que jamás contesta, “porque potencias a los odiadores, haces que por el algoritmo sean mucho más vistos”. Se muestra, por tanto, partidaria de “aislarlos completamente”. Opciones, que podrán compartirse o no, para combatir esa plaga que siempre ha existido y que ahora utiliza nuevos medios para su expansión, tratando de influir en unos con la intención de dañar a otros. Es la forma que tienen -como recalca Castilla del Pino- de “instalarse en el mundo”.
Un amigo, en alusión a un conocido tóxico por excelencia, lo calificó como “un loco con un puñal en la mano”. Pudiera ser, pero creo que la locura sería una eximente de la maldad innata de algunos. La persona tóxica tiene en su malévola acción su forma de vivir. No es como el “loco”, que no deja de ser un disminuido psíquico, una persona que puede moverse entre lo bueno y lo malo, que, en definitiva, no responde de sus actos. En este sentido, esa diferencia también estriba en que el tóxico puede, por una falta de cálculo, acabar ante un juez. La persona tóxica ha encontrado en las redes sociales -ocurre al igual que las fake news o bulos- un vehículo propicio para esparcir la ponzoña que lleva dentro. Hace bandera de la calumnia y busca la polémica fácil. El músico Joaquín Sabina no es partidario de entrar al trapo de estos individuos: “Yo no tengo tiempo para los enemigos, hay demasiadas ciudades que ver, demasiadas mujeres por conocer, libros por leer y canciones por escribir como para parame a pensar en mis enemigos”. Dice el conocido cantautor que ello crea odios, “porque a los miserables les encanta que tú contestes y también seas un miserable”. La escritora Rosa Montero dice que jamás contesta, “porque potencias a los odiadores, haces que por el algoritmo sean mucho más vistos”. Se muestra, por tanto, partidaria de “aislarlos completamente”. Opciones, que podrán compartirse o no, para combatir esa plaga que siempre ha existido y que ahora utiliza nuevos medios para su expansión, tratando de influir en unos con la intención de dañar a otros. Es la forma que tienen -como recalca Castilla del Pino- de “instalarse en el mundo”.