Vamos a Contar Más Mentiras
Por Nathaniel Powell
Politólogo británico, de ascendencia campogibraltareña, afincado en Europa

Foro
- 19 Feb
Parece ser que Míster F punto Picardo, desde que apareció en el programa sensacionalista de la Cuatro ‘Vamos a Contar Mentiras’, se ha tomado muy en serio el espíritu del programa, hasta convertirlo en un verdadero leit motiv de su labor política.
Querría retomar el hilo de mi anterior articulo (véase Vamos a Contar Mentiras) para seguir con este asunto, y analizar la trayectoria del máximo mandatario socialista gibraltareño. Vimos en la reciente ceremonia en la frontera cómo, valiéndose de la desorientación generada por el Brexit, donde los británicos se han lavado las manos como Pilatos en cuestiones internas de la Roca, nuestro amigo aprovechó para comportarse como un ‘jefe de estado’ en una realidad paralela, usurpando funciones más propiamente desempeñadas por el gobernador del territorio, en nombre de Londres. Me refiero a la orden de retirar la bandera azul de la UE y a la gansada de ceremonia sacada directamente de una parodia de Monty Python.
Esta ha sido la última entrega de la entelequia que teje el máximo mandatario socialista gibraltareño para aferrarse al poder, con la ayuda estimable de sus terminales propagandísticas a ambos lados de la frontera. Una realidad paralela con la que intenta hacer creer a la opinión pública que él tiene la situación bajo control. Pero los acontecimientos no dejan lugar a duda. Igual que la declaración del negociador de la UE con Reino Unido Michel Barnier, reiterando que la posición europea es que todas las cuestiones relacionadas con Gibraltar tendrán que ser tratadas bilateralmente por España y Reino Unido, en una mesa paralela a la negociación de la futura relación entre Reino Unido y la UE. Barnier reiteró que por mucho que los ingleses digan que negociaran en nombre de toda la “familia británica incluyendo Gibraltar”, cualquier hipotético acuerdo alcanzado necesitara del consentimiento de España capítulo a capítulo, para ser aplicable al Peñón. Familia británica y no familia británica de naciones, como le pone tanto repetir a Míster Picardo.
Asumiendo su nuevo rol, también se ha despachado a gusto en un brote tardío de Eurofobia, acusando a la UE de hostilidad, discriminación, bullying, y abusos contra los derechos humanos de Gibraltar. Claro, esto lo dice para apaciguar a sus iracundos radicales que comienzan a expresar malestar en redes sociales ante la imagen nítida que empieza a vislumbrarse sobre la situación de Gibraltar pos-Brexit. Una imagen de realidad inexorable contra la que combate con sus mejores armas, debatiéndose entre la negación y la invención, entre el disimulo y la simulación. Después de arremeter contra la Unión Europea, no le quedó más remedio que reconocer en una entrevista a GBC, después de marear la perdiz como suele hacer, que Gibraltar quedará excluido del ámbito territorial del acuerdo que Reino Unido tendrá que negociar para la relación futura con la Unión Europea. También tuvo que reconocer que los ingleses lo harán desde una posición de debilidad, ya fuera del club, y España contará con toda la fuerza de su lado de la organización que tendrá que decidir el contenido de ese acuerdo. En definitiva, que de supuesta hostilidad hacia Gibraltar nada de nada, son las reglas del juego y el que está en el club impone sus condiciones sobre el que busca un beneficio desde fuera. Ley de vida. Lo que no dice es que la UE se ha limitado a implementar las resoluciones adoptadas por la comisión europea en respuesta a la decisión de Londres de abandonar el club continental. Instalado en la negación no reconoce el avance histórico que el Brexit ha ocasionado, donde España ostentará por vez primera una posición de fuerza diplomática indiscutible, que marcará la política del bloque otrora equidistante, con relación a Gibraltar. En una delirante interpretación de la realidad niega el terremoto, argumentando que España no ha conseguido más que lo que obtendría cualquier otro estado miembro en cualquier negociación con un país que ya no pertenece a la unión. Según el, la prensa española solo ha publicado tonterías y necedades porque esta supuesta hegemonía solo corresponde a derechos establecido por los tratados fundacionales europeos en 1957 y que la posición no ha cambiado desde el día después del referéndum Brexit en 2016. Una línea argumental pueril para alguien que entiende la política como un ejercicio de sofismas para consumo interno, donde el objetivo es siempre mantener su prepotencia nacionalista y aferrarse a tecnicismos legales como recurso retorico y ventajista ante el adversario, que poco tiene que ver con la realidad tangible que los ciudadanos viven a diario.
Asumiendo su nuevo rol, también se ha despachado a gusto en un brote tardío de Eurofobia, acusando a la UE de hostilidad, discriminación, bullying, y abusos contra los derechos humanos de Gibraltar. Claro, esto lo dice para apaciguar a sus iracundos radicales que comienzan a expresar malestar en redes sociales ante la imagen nítida que empieza a vislumbrarse sobre la situación de Gibraltar pos-Brexit. Una imagen de realidad inexorable contra la que combate con sus mejores armas, debatiéndose entre la negación y la invención, entre el disimulo y la simulación. Después de arremeter contra la Unión Europea, no le quedó más remedio que reconocer en una entrevista a GBC, después de marear la perdiz como suele hacer, que Gibraltar quedará excluido del ámbito territorial del acuerdo que Reino Unido tendrá que negociar para la relación futura con la Unión Europea. También tuvo que reconocer que los ingleses lo harán desde una posición de debilidad, ya fuera del club, y España contará con toda la fuerza de su lado de la organización que tendrá que decidir el contenido de ese acuerdo. En definitiva, que de supuesta hostilidad hacia Gibraltar nada de nada, son las reglas del juego y el que está en el club impone sus condiciones sobre el que busca un beneficio desde fuera. Ley de vida. Lo que no dice es que la UE se ha limitado a implementar las resoluciones adoptadas por la comisión europea en respuesta a la decisión de Londres de abandonar el club continental. Instalado en la negación no reconoce el avance histórico que el Brexit ha ocasionado, donde España ostentará por vez primera una posición de fuerza diplomática indiscutible, que marcará la política del bloque otrora equidistante, con relación a Gibraltar. En una delirante interpretación de la realidad niega el terremoto, argumentando que España no ha conseguido más que lo que obtendría cualquier otro estado miembro en cualquier negociación con un país que ya no pertenece a la unión. Según el, la prensa española solo ha publicado tonterías y necedades porque esta supuesta hegemonía solo corresponde a derechos establecido por los tratados fundacionales europeos en 1957 y que la posición no ha cambiado desde el día después del referéndum Brexit en 2016. Una línea argumental pueril para alguien que entiende la política como un ejercicio de sofismas para consumo interno, donde el objetivo es siempre mantener su prepotencia nacionalista y aferrarse a tecnicismos legales como recurso retorico y ventajista ante el adversario, que poco tiene que ver con la realidad tangible que los ciudadanos viven a diario.