Viernes, 22 de Septiembre de 2023
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Ya era hora

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    Por Juan Antonio Palacios
    Escritor, profesor y político. Ha sido alcalde de Algeciras y vicepresidente de la Mancomunidad del Campo de Gibraltar.
    Juan Antonio Palacios
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    Si estamos atentos a todo lo que ocurre, nos daremos cuenta, cuando llega el momento en el que debemos actuar. Negar lo evidente es reafirmar lo que está sucediendo, entre salidas maravillosas y regresos dorados.

    Hay gente que desea estar en todo momento y lugar con los mayores relumbrones y honores y otros que no desean dejar ninguna responsabilidad, aunque para ello haya que modificar las leyes o crear un estado de alarma institucional.

    Debemos admitir cuando es la hora del reconocimiento, desde la serena calma de nuestras reivindicaciones y no solo de los alaridos de nuestros descontentos, de las quejas de nuestras heridas inflamadas que montan mitos que se siguen repitiendo a través de la historia.

    Los ajustes de cuentas, hemos de resolverlos con generosidad y lealtad, y no en la peligrosa práctica de la venganza sino en la dignidad del diálogo, con el ánimo de una sociedad que quiere mantener su bienestar.

    Todos podemos salir de nuestra zona de confort, sin jugar a la permanente batalla entre perdedores y ganadores, intentando superar la desigualdad con talento y esfuerzo, pero sin olvidar la importancia que tiene nuestra cuna o nuestra suerte en nuestro éxito.

    Tomarnos en serio que lo que nos ocupa no debería preocuparnos, que aprendamos a admitir que nos podemos equivocar, y que hay fallos en los que todos hemos de asumir nuestra alícuota parte de nuestras mil vidas, sin intentar desplazar la responsabilidad a los demás.

    Hay un momento en el que nos tenemos que dar cuenta que nuestros amigos y enemigos más íntimos están en nuestras voces interiores, mientras perdemos el tiempo buscándolos por todas partes, entre tragedias y noticias tristes, sacudidas y horrores que conmocionan nuestro ánimo.





    Seguimos preguntándonos si llegará algún momento que lo que antes era insignificante ahora sea relevante, que la abstracción se vuelva concreta, que no todo gire necesariamente alrededor del dinero, que seamos capaces de mover esa tecla que hay dentro de nosotros y normalicemos nuestras excentricidades.

    También es el momento de ser sincrónicos y vivir de acuerdo con nuestro tiempo, y no ser muñecos de un gran escaparate en la que nos parecemos a títeres cuyos hilos son manejados por otros sin darnos posibilidades para ser dueños de nuestros actos.

    Todos podemos tener razones y excusas para tomar unas decisiones o las contrarias , oportunidades y posibilidades para hacer algo diferente o distinto. Dejar de pensar que hubiera pasado si hubiéramos hecho algo diferente a lo que pensábamos.

    Nos damos cuenta que lo más importante es valorar el presente, ya que lo que pertenece al pasado no puede cambiarse y del futuro no somos dueños.

    Nuestros niveles de exigencia no podemos convertirlos en obsesiones y sea el objetivo monotemático de todas nuestras conversaciones. Cuando sea necesario, debemos plantearnos hacer un paréntesis , aprovechar nuestro buen humor y empatía para hacer nuevos contactos y cambiar nuestro modelo de vida.

    Es deseable procurar ponernos a punto , superar el lenguaje de estereotipos y buscar la renovación de palabras, en las que no hay nada prefijado y todo cambia en su forma y en su significado. No es saludable estar todo el tiempo pendiente de lo que piensan los demás, de sus aprobaciones, aplausos o abucheos, puede resultar falso y agotador.

    No caigamos en la tentación de reducir a las personas a estadísticas y números, entre algoritmos, inteligencias artificiales y aprendizajes automáticos.