Sábado, 9 de Diciembre de 2023
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A la cárcel por faltas a la moral y 'a los principios de la religión'

  • Jóvenes detenidos por 'vagar por las calles' y no acudir a clase

    Postal antigua de la fuente El Chorro.
    Postal antigua de la fuente El Chorro.
    Historia

    El pasado miércoles se celebraba el Día Internacional del Docente. Ha cambiado mucho la educación de los jóvenes a lo largo del tiempo, pero esta conmemoración, permite introducirse en la historia y conocer el estado de la enseñanza en la ciudad de San Roque en la década de los cuarenta del convulso siglo XIX, una situación que no variaba mucho respecto del resto de poblaciones de la comarca.

    En abril de 1847 el vocal de la comisión de Instrucción Primaria, Vicente Medina, se refirió a la “clase menesterosa abandonada hace tiempo de sus familias”, denunciando que “se ve con escándalo que fuera de las horas de clase, los que concurren a ellas, y los otros, en todas las del día, vagan por las calles dando voces y usando palabras altamente indecorosas hasta el punto de hacer resentir la moral y los principios de religión que tienen olvidados los jóvenes, efecto de su mala educación”. Medina añadió que ello había sido causa “para que muchos muchachos hayan sido conducidos a la cárcel por los agentes de la protección y seguridad pública, y por los dependientes de la Alcaldía”.

    El vocal solicitó la publicación de un bando al objeto de evitar estos hechos, sin olvidar que “se prevenga a los maestros no olviden de llevar a misa en los días festivos a los niños que por sus clases puedan asistir a este acto con la decencia que corresponde”.

    En esa época San Roque contaba con los maestros Diego Velurtas, los hermanos Isidoro y Juan Moreno, y la maestra de niñas María Moreno.

    Velurtas llevaba bastantes años dedicado a la docencia en la ciudad. En el año 1835, al comenzar el curso, en el mes de septiembre, se dirigió al Ayuntamiento solicitando un local para dar clases en el Hospicio de San Francisco, que entonces se hallaba desocupado. Pretendía “habitar con su familia”, comprometiéndose, a cambio, “a dar clases gratuitas a veinte indigentes y a buscar inquilinos para las otras habitaciones”. Diez años más tarde, el síndico Manuel Cano denunciaba en sesión municipal los castigos que “de modo cruel” aplicaba el maestro Diego Velurtas a sus alumnos.

    A mediados de agosto de 1848 se estableció en la ciudad el maestro Salvador Sánchez con la intención de abrir otra escuela de primaria. Sin embargo, la muerte repentina del enseñante impidió su creación.





    El año anterior, a finales de noviembre, llegó a la ciudad el inspector de Instrucción Primaria, Cándido Sánchez de Bustamante, que se reunió con la comisión respectiva. El funcionario recordó que, según la normativa, “San Roque debe tener cuatro escuelas elementales de niños y cuatro de niñas, y una superior”. Y siguió su exposición: “falta esta escuela y tres más, una de las cuales debe ser pública. Esta ciudad debe tener, aproximadamente, 700 niños y 600 niñas capaces de recibir instrucción”.

    Con todo, lamentó que tan sólo estaban escolarizados 287 niños y 81 niñas, y dirigiéndose a los sonrojados comisionados preguntó, “¿cómo habrá de juzgarnos la vecina Inglaterra? ¿Cómo los demás extranjeros que frecuentan la población? Por interés imperial, por decoro nacional, por el cumplimiento de la ley esta ciudad está en el deber de crear dos escuelas de niñas y establecer la superior”. Pero San Roque no contaba con fondos, ni iba a recibir un tratamiento especial por ser el “escaparate del Imperio”.

    Cuando se comparan los anteriores datos oficiales obtenidos de los legajos correspondientes al Archivo Municipal de San Roque, con los que aportaba el cronista de ese siglo, Lorenzo Valverde, puede comprobarse que éste disponía de fuentes muy fidedignas, pues, por ejemplo, cuando aludía a los jóvenes escolarizados, afirmaba que eran “más o menos, 288 niños y 82 niñas”.

    Valverde señalaba que, “los que saben leer, escribir, contar, gramática castellana, geografía y ortografía son unos 167, los restantes están en los primeros rudimentos; a más de 180 se les da gratis la educación por ser hijos de pobres”. En cuanto a las niñas, tan sólo 18 eran alumnas de pago.

    Los sueldos de los docentes y de las casas que habitaban eran abonados íntegramente por el Ayuntamiento, muy escaso de recursos.

    El cronista se refería a la existencia de “nueve o diez casas con maestras que enseñan a niñas chiquitas a leer y rezar, por un corto estipendio que pagan las madres”. Asimismo, un religioso había establecido desde hacía algunos años una academia de latín.




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