Jueves, 21 de Septiembre de 2023
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La cuestión de las aguas y el refugio del José Luis Díez en Gibraltar

  • Durante la Guerra Civil

    El destructor José Luis Díez. Foto: BNE.
    El destructor José Luis Díez. Foto: BNE.
    Historia

    El refugio del destructor republicano José Luis Díez en Gibraltar durante la guerra civil española y su vigilancia por la flota rebelde puso nuevamente de actualidad la soberanía de las aguas. Aunque las autoridades coloniales no ocultaban su simpatía por los sublevados, consideraban que sus buques se acercaban demasiado al Peñón.

    En varias ocasiones los proyectores británicos iluminaron a los barcos que vigilaban la posible salida del José Luis Díez, produciéndose la alarma de las defensas del puerto. Incluso un destructor de la Royal Navy fue enviado hasta las embarcaciones españolas dialogando su comandante directamente con un oficial español. La sección segunda del Estado Mayor de la 2ª Región Militar informó de todo ello al general-jefe del Ejército del Sur, Queipo de Llano, con fecha 15 de septiembre de 1938.

    Para evitar males mayores, el comandante general del Departamento Marítimo de Cádiz comunicó al almirante de Gibraltar que mientras durara la vigilancia sobre el barco gubernamental, se podría determinar como límite la zona fijada por el Real Decreto de 10 de diciembre de 1876 para la persecución del contrabando, y que aceptaba la denominación de “aguas inglesas”. Sin que esta medida supusiese “reconocimiento alguno de soberanía” y tan sólo como “convenio” en tanto existiese el temor de que pudiera escapar el José Luis Díez.

    Dicha zona marítima, no muy concretada en la práctica, estaba determinada por una recta que partiendo de Punta Mala fuese tangente a la circunferencia trazada con centro en el faro de Punta Europa y radio de dos millas. Y partiendo de este punto de tangencia, “por una recta en dirección de sierra Bullones hasta un punto situado a tres millas al sur de Punta Europa”, como se reflejaba en las comunicaciones de los mandos militares.





    Al objeto de que los barcos perseguidores no rebasasen la línea establecida (Punta Mala- sierra Bullones) fueron colocadas dos luces rojas por orden del Departamento Marítimo de Cádiz. Para la instalación de las luces, la Comandancia de Marina de Algeciras, dio las instrucciones al director de las Obras del Puerto y al de la Compañía Sevillana de Electricidad. Se recalcó con ello que dicha iluminación debía desaparecer cuando terminase la vigilancia sobre el destructor.

    Ese carácter de provisionalidad era destacado, pues sin un acuerdo previo, las autoridades británicas ocupaban incluso aguas cercanas a la ciudad fronteriza de La Línea, donde se hallaban fondeados los buques carboneros.

    El informe citado añadía algunas consideraciones sobre el istmo “que hoy ocupan abusivamente los ingleses”.  Al lado de la “verja de inspectores” que dividía los campos británico y español, se había instalado una caseta de mampostería para alojamiento de la Guardia Civil y, según el informe, “los inspectores ingleses se pasaron inmediatamente al lado español, junto a la pareja de la Guardia Civil, y allí continúan”.

    También se aludía a la revista de inspección efectuada recientemente a las guarniciones y baterías del Estrecho, donde se había puesto de relieve “además de su deficiente artillado, la absoluta e indispensable necesidad de dotar urgentemente a la actual organización artillera, por lo menos, de dos proyectores con potencia para veinte kilómetros”. Estos elementos, según el informe, habrían de colocarse en las baterías de Camorra y Punta Carnero, “al objeto de iluminar y vigilar el Estrecho, pues el destructor José Luis Díez, al parecer, arribó a Gibraltar por su costa norte sin darse cuenta la observación”. Asimismo, se solicitaban tres anteojos de batería.

    En esa fecha el barco republicano, comandado por Juan Antonio Castro Izaguirre, se hallaba refugiado en el Peñón tras un combate con el crucero Canarias. Una vez reparado de los daños sufridos se hizo a la mar a finales de diciembre, enfrentándose al minador Vulcano, que lo mantenía vigilado junto a otros buques rebeldes. El destructor quedó varado en la playa gibraltareña de La Caleta.