
Tiempos difíciles en la frontera. Gran Bretaña al borde de la entrada en la guerra contra el nazismo y en España, finalizada la contienda civil, numerosos republicanos que no habían podido escapar hacia Francia, corrían el peligro de ser detenidos.
En la madrugada del 6 de julio de 1939 un grupo de dieciséis hombres lograron pasar a Gibraltar desde el término de San Roque. El Servicio de Información y Policía Militar (SIMP) dio cuenta que se trataba de un grupo perseguido por los gobernadores civiles de Cádiz y Málaga.
Poco después se supo que los republicanos huidos habían subido a uno de los pontones anclados junto al Peñón. La policía de la colonia los trasladó hasta la ciudad, uno fue recogido sin vida.
Según los datos de las autoridades franquistas, los refugiados se encontraban en contacto con compañeros establecidos en Gibraltar, permaneciendo ocultos en un alojamiento costero del cuerpo de Carabineros, para arrojarse al mar antes del amanecer. Escogieron el lugar conocido como La Higuereta, al pie de la llanura del canódromo de la barriada de Campamento, y donde desaparecía la playa al producirse la altamar. En dicho punto se hallaron alpargatas, ropas y unos prismáticos.
Por otro lado, el día 9 de ese mes, fue detenido un teniente del ejército republicano en pleno intento de cruzar hacia el Peñón. Como consecuencia de estos hechos aumentó la vigilancia en la zona de Punta Mala, desde donde habían partido la mayoría de los intentos.
El consulado gubernamental en el Peñón jugó un papel importante en el refugio de republicanos, pues el Campo de Gibraltar cayó rápidamente del lado de los sublevados. La dirección rebelde trató de hacerse con una presencia diplomática efectiva en la colonia, cuestión que lograría, gracias al beneplácito británico y las élites gibraltareñas.
En los primeros meses de la guerra, el 16 de septiembre de 1936, el espionaje militar español informó que en Gibraltar, “nombrado por el cónsul de Tánger, funciona como cónsul un individuo apellidado Peña, el cual dedica todas sus actividades a la protección de los comunistas y a crear cuantas dificultades puede a la gente de derecha”.
Por ello, se estimaba que por parte de la Junta de Defensa Nacional -el órgano de dirección de los militares rebeldes con sede en Burgos- se nombrase un representante en el Peñón, recomendando a Ernesto Larios, perteneciente a la conocida aristocrática familia, “que desde hace más de un siglo viene teniendo la representación del Banco de España en lo referente a asuntos de tesorería”. Añadía que en la caja de dicho banco existían mil libras esterlinas, “que con amenazas ha querido sacar ese titulado cónsul, habiéndose negado a entregarlas el señor Larios”.
Se decía que Larios estaba muy bien relacionado y su actuación “podría contrarrestar los efectos de la conducta del cónsul, cosa importantísima sobre todo en estos momentos”. Apuntaba el informe que en los puertos donde existía consulado del gobierno republicano, “no despachan la documentación de los barcos y por ello creo que habría de buscar solución a este asunto o prohibir que los barcos fuesen a dichos puertos”.
Pero derrotada la República, la infraestructura gibraltareña quebró. En una situación de absoluta precariedad, algunos refugiados en el Peñón hacían desesperados intentos por ayudar a sus compañeros de infortunio.
A esas alturas no había muchos elementos que indicasen que la propaganda republicana fuese la prioridad de quienes habían sido derrotados. No obstante, el 19 de junio de 1939, los agentes del SIPM destacados en el Campo de Gibraltar, en información remitida a las principales autoridades de la comarca, decían: “Uno de nuestros informadores en Gibraltar nos participa que el día 8 de junio actual, han entrado en España vía Algeciras y La Línea, 325.000 pesetas, que han sido recibidas de Tánger y que se destinan a propaganda marxista en España. Significando que se practican averiguaciones, las que de dar algún resultado positivo se comunicarán seguidamente”.
Aunque la información era dada por buena por el equipo del SIMP en Algeciras, parecía más bien un error del confidente en Gibraltar, pues en un nuevo despacho del mes siguiente, el 15 de julio, se trataba de justificar la alerta: “ya que cada día que pasa se nota mayor actividad en los elementos marxistas de significada categoría que en sus reuniones en las logias no cejan y tienen confianza, según los agentes que poseen en nuestra zona que, a medida que pasa el tiempo es mayor el número de adeptos y simpatizantes a ellos, para lo que piensan ampliar la propaganda y extender el Socorro Rojo”. Nada más se supo, tampoco del dinero.