Literatura y compromiso

Conocí a José María Álvarez Cruz en 1977, en plena campaña de las primeras elecciones democráticas. Yo había leído su novela De la tierra sin sol y aquel acto público, organizado por el PCE, que tuvo lugar en la parte baja de Los Cañones, fue la oportunidad de poder contactar con él y con su hermano Carlos, uno de los grandes poetas sociales de habla hispana, desaparecido el pasado año. Comprometidos ambos en una larga lucha por la democracia. La noticia de su fallecimiento en su residencia de Madrid me la daba esta tarde su sobrina Maite, amiga desde hace años.
Nacido en San Roque en 1929. Licenciado en Derecho, escritor y dibujante. Hijo de padre asesinado al principio de la guerra civil por oponerse en Sevilla al levantamiento militar de julio de 1936, su familia vivió enormes dificultades. Su madre, la sanroqueña María Teresa Cruz, quedaba viuda muy joven y con cinco niños.
Al tomar conciencia, ya muchachos, adquirieron el compromiso de rescatar la memoria de su padre, el jerezano José Álvarez Moreno, capitán destinado en la Guardia de Asalto.
La lucha clandestina llevó a José María a la cárcel, aunque él prefería no ponerse medallas por ello, pero sí reafirmarse en sus profundas convicciones.
Su inclinación hacia la literatura se plasmó en la citada De la tierra sin sol, su primera novela. En ella se fabula sobre la proclamación de la II República en San Roque. Publicadas con posterioridad a esa obra iniciática fueron las novelas En la jaula, Encíclicas del pescador, Vasijas de barro en pedazos, y un libro de relatos, Soneto en prosas escoradas a babor, en el que figura una serie de cuentos, la mayoría premiados en su día en diferentes concursos literarios. Las dos últimas novelas mencionadas figuraron entre las finalistas de dos premios Planeta.
En San Roque, a través del Ayuntamiento, publicó El crimen de la Alcaidesa, ficción sobre un famoso crimen ocurrido en el municipio.
Sus dos últimas obras fueron Máscaras de la edad postrera y Céntimos de libertad en compañía. El primero con una fuerte carga biográfica que corrobora el compromiso ideológico del autor. El segundo consta de treinta narraciones, la mayoría premiadas en diferentes certámenes literarios, acompañadas cada una de una introducción de personajes como Antonio Buero Vallejo, Rafael Alberti, Eduardo Haro Tecglen, Juan Luis Galardo, Castilla del Pino, Paco Rabal, Gonzalo Puente Ojea, o Lidia Falcón.
El escritor desaparecido llevaba a gala su origen sanroqueño y se sentía muy orgulloso de ostentar el título de hijo predilecto, que le fue concedido en 2016.
En diciembre llegaba su tarjeta artesanal con la que me felicitaba cada año nuevo, pues muchos desconocerán que su gran afición era el manejo del dibujo sobre el papel cuadriculado, presente en algunas portadas de sus libros y en numerosos cuadros.
Aquellos niños huérfanos, vestidos de riguroso luto en las calles de San Roque, ya se marcharon definitivamente, pero dejaron una estela de lucha y dignidad. La que les transmitió su madre, la que ellos han legado a sus hijos.