Sábado, 9 de Diciembre de 2023
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Justo Pernia, historia viva de la Plaza de Toros de San Roque

  • Justo Pernia en el espacio más taurino de San Roque
    Justo Pernia en el espacio más taurino de San Roque
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    Historia viva de la Plaza de Toros de San Roque, Justo Pernia Fernández, jubilado como conserje de la misma en 2011, forma parte de la última generación de cuidadores de este edificio -el segundo más antigua de la provincia-, declarado Bien de Interés Cultural de Andalucía.

    Para conocer la pequeña y gran historia taurina local es imprescindible referirse a su persona. En su memoria guarda el recuerdo de acontecimientos como la cogida del novillero mexicano Eduardo Liceaga, corneado de muerte el 18 de agosto de 1946: “Yo era un niño, y como la plaza era mi hogar, me encontraba justo al lado de la presidencia, en la parte baja.  Mi padre estaba a cargo de los toriles. El viento dejó desprotegido al torero al hacer un molinete. Al empitonarle el toro lo desplazó unos metros hacia el interior del ruedo. Cuando cayó al albero intentó levantarse, quedando un gran charco de sangre. A pocos metros otro charco daba cuenta de la gravedad de lo ocurrido. Lo llevaron a la enfermería, que estaba justo enfrente de donde vivíamos nosotros. Mi abuela llevó agua caliente a los médicos”.

    Justo Pernia recuerda que Jaranero, el novillo que mató a Liceaga, se mostró peligroso desde el primer momento. Hasta esa fecha las reses entraban al ruedo por la puerta principal para proceder a su enchiqueramiento. “El toro rompió el bastidor de la puerta y luego estuvo a punto de coger a dos auxiliares en los chiqueros, donde rompió un trozo de portalón al que subió de una embestida”.





    Cuenta que en el lugar donde se produjo el segundo charco de sangre creció con fuerza una planta, cuya semilla un tío de Liceaga, llegado desde México, la llevó consigo. La madre del infortunado torero la sembró, conservándola durante toda su vida.

    Cuando en 1853 fue inaugurada la plaza era conserje del edificio su bisabuelo Francisco España González, primero de una dinastía de cuidadores del edificio. Allí vivía con su esposa Josefa Ramos Saniñán, y donde hoy se halla la enfermería, nacerían sus cinco hijos (Josefa en 1869, José en 1870, María en 1872, Matilda en 1876 y Rafaela en 1881). Así se inicia una historia familiar que corre paralela a buena parte de la del coso taurino y que se cierra con el propio Justo Pernia, que representa la cuarta generación.

    Sus abuelos Justo Pernia Granada y Josefa España Ramos también siguieron con la labor. Donde hoy se sitúa la taquilla verían la luz los hijos del matrimonio Francisco y Justo, en 1904 y 1907, respectivamente. “De mis abuelos tomó el relevo mi padre Justo Pernía España, que contrajo matrimonio con Francisca Fernández Carrasco. También yo, como mi abuela, nací en el espacio que hoy ocupa la enfermería. Cuando me casé me instalé con mi esposa Ana Vera Vera en la plaza, como mis antecesores”, relata con memoria prodigiosa Justo Pernia.

    En ese antiguo ruedo, en cada rincón del edificio -de los más antiguos en su clase de Andalucía-, hay una parte de la historia familiar, de la propia vida de Justo Pernia, un hombre que se distinguió como gran trabajador y que, ya jubilado, sigue siendo apreciado por su honestidad.




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