
La Bienal de Arte Flamenco Canela de San Roque va haciendo camino en el mundo del flamenco, incorporando figuras que la engrandecen. Una de ellas el desaparecido cantaor José Cortés Jiménez Pansequito. Habrá de pasar algunos años y, en algún momento, escribir la historia, la grande y la pequeña, de este acontecimiento cultural que comenzó a gestarse en 2015 -año en que falleció Canela de San Roque- y tuvo su estreno al siguiente año.
Probablemente, esa idea de organizar un evento de estas características -al que estuve estrechamente ligado hasta la edición de 2018, la segunda- es de los proyectos culturales que, dentro de la Delegación de Cultura, más satisfacción me ha proporcionado poner en marcha. No me costó convencer a los responsables políticos que en vez de organizar un concurso de cante, que era lo que se pretendía y que finalmente sólo deja contentos a los ganadores, se organizara una bienal en toda su extensión.
Durante esos años me correspondió coordinar el programa con Irene Aranega y César Aldana, y contando con la colaboración de la familia Canela. Meses de intenso trabajo permitieron poner en marcha un evento que de entrada supuso un gran éxito. En su corto recorrido, en la segunda edición, la Bienal tuvo presencia en uno de los más importantes festivales flamencos, el de Cante Jondo Antonio Mairena, de la localidad sevillana de Mairena del Alcor, con intercambio entre ambos programas.
Y fue en esta segunda edición cuando Pansequito recibió el trofeo de la Bienal. En esa noche actuaron en el Teatro Juan Luis Galiardo, aparte del cantaor nacido en La Línea, su esposa Aurora Vargas y María Terremoto. Una noche inolvidable presentada por Manuel Curao y que guarda una anécdota que he recordado al conocer la muerte del artista. Esa pequeña historia de los grandes acontecimientos.
Próximo a entregar el trofeo, obra del escultor Manuel Ángel Ortega, la figura se desprendió del soporte cuando mi compañera Irene Aranega se disponía a pasarla al alcalde Juan Carlos Ruiz Boix, para su entrega en el escenario. La situación -imprevista en todo grado- resultó embarazosa para quienes nos hallábamos entre bambalinas, entre ellos el propio Pansequito. Fue éste el que nos tranquilizó: “No pasa nada”, y dirigiéndose a Irene, le apuntó, “quítate la goma del pelo y con ella queda sujeto el trofeo”. No era la forma más ortodoxa, pero sirvió para salvar la situación y darnos tranquilidad a los demás. Salió al escenario el cantaor, y el alcalde, con el galardón amarrado, le hizo entrega del mismo. Al finalizar el acto, Pansequito se dirigió a mí, para decirme: “Ni se ha notado. Ya te lo dije, no tiene importancia”.
Pequeños detalles que hacen aún más grande a un artista de la talla de Pansequito.